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lunes, diciembre 27, 2004

La tisana en los ojos

    Por suerte, para aplacar nuestras heridas existe un universo mágico, un delicioso refugio donde buscar consuelo y alivio. Sabemos desde Max Weber (y Marcel Gauchet) que vivimos en el universo del desencanto. (...)
El sistema liberal ha contraatacado con un invento absolutamente original, el consumismo. El ocio, la diversión, la abundancia material constituyen a su nivel una tentativa patética de reencantamiento del mundo, una de las respuestas que la modernidad aporta al sufrimiento de ser libre, al inmenso cansancio de ser uno mismo. [...]
    En el amontonamiento de riquezas de unos grandes almacenes hay exceso de todo y ese exceso resulta aplastante. La mirada enloquecida y guiada por una iluminación fastuosa que mana a raudales de todas partes no puede abarcar el conjunto de los manjares ofrecidos a la codicia. Antes de elegir tal o cual objeto, de dejarse embriagar por la sinfonía de colores y de marcas -pues todo en este despliegue está clasificado, ordenado, dispuesto según una estrategia de visibilidad absoluta-, uno se embriaga de los bienes que no adquirirá y que se limita a acariciar con la mirada. Ser consumidor significa saber que en los escaparates y en las tiendas siempre habrá más de lo que uno pueda llevarse. No hay quien domine esta jungla de tesoros que sugiere unos gastos mounstrosos, una gigantesca máquina de posibilidades. En esas catedrales de lo superfluo nuestro error no consiste en desear demasiado sino, como decía Fourier, en desear demasiado poco. Si la pobreza según santo Tomás, es carecer de lo superfluo mientras que la miseria carecer de lo necesario, todos somos pobres en la sociedad de consumo: carecemos forzosamente de todo puesto que hay de todo en exceso.
    La magia de los grandes almacenes estriba en liberarnos de la servidumbre de las necesidades inmediatas para sugerirnos una multitud de otras necesidades: el único placer es el de querer lo que no se necesita. Las maravillas acumuladas no responden aquí a ninguna lógica de lo útil, sino que remiten a lo milagroso, a la fecundidad sin fin.

Pascal Bruckner, La tentación de la inocencia, Barcelona, Anagrama, 1996.